Las proezas guerreas de Ollantay
ocupan un periodo importante del reinado de Tupa Inca Yupanqui. Los amores con la hija del inca es una de los
destacamientos, los amores son
trasmitidos de generación en generación en forma de tradición o drama épico-cortesano
que señala una interesante etapa en el proceso de afirmación del imperio, quizás
la de mayor importancia: la humanización de la dinastía incaica.
Según la leyenda, el emperador, después
de las vitorias Ollantay, nombra es este gobernador de la región del Anti suyo.
Además, en premio de sus servicios le hace donación de vestidos y objetos
preciosos, lo que establece el precedente de la propiedad individual bajo forma
de recompensa conferida al mérito.
Ollantay ya rico y poderoso funcionario
del imperio, en una de las visitas que hace al cusco tiene oportunidad de ver a
Coyllur. El guerrero queda prendado de la hermosura de la princesa.
La rebelión de Ollantay hace que
el rencor inspire otras leyes que no están de acuerdo con el carácter paternal
del imperio socialista de los Incas. Durante su reinado cada individuo está
obligado a capacitarse según el rango que desempeña en el puesto señalado de
antemano por las leyes del régimen incaico; pero esta capacitación es un
privilegio de las clases altas.
En el pueblo no se recibe ninguna
educación y se funda en una ley que
dicta Túpac Yupanqui. “al pueblo no es licito darle educación, porque como
gente baja no se eleve y ensoberbezca y apoque la república.” El inca hace aún más
severa las jerarquías de la estricta función social que cada uno desempeña en
el estado. Esta disciplina, aliada al amor tenaz del indio por la tradición y
la tierra, quizás explique la fuerza de supervivencia que lo mantiene.
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