lunes, 9 de septiembre de 2013

Entre hombres y mujeres

En el relato de La monja Alferez se cuenta la historia de Catalina de Erauso, una adolescente que a los quince años se escapa del convento donde reside desde los cuatro años de edad. Del convento de San Sebastián se traslada hacia las Américas; ahí recorre varios lugares navegando, a caballo y caminando para encontrarse, a lo largo de la narración, siempre en movimiento y en busca de aventuras: matando, robando, peleando, huyendo y trabajando con distintos personajes que salen a su encuentro. Todo ello lo hace gracias a su cambio de identidad. Cuando Catalina huye del claustro se compone ropa de hombre y se corta el cabello: a partir de ahí se llama Francisco de Loyola. Otros nombres con los que se le identifican son Pedro de Orive, Alonso Díaz Ramírez de Guzmán y Antonio de Erauso.[1] El hecho de que una mujer se vista de hombre o cambie su identidad  no es una temática extraña en los textos del siglo XVI y XVII. Un ejemplo es el personaje de Rosaura en La vida es sueño, de Calderón de la Barca, quien se disfraza para conseguir venganza.[2] Otro ejemplo de travestismo en la literatura es el caso de Dorotea en Don Quijote de la Mancha, a quien el hidalgo y su escudero encuentran cerca del río pensando que es un bello mozo y que más adelante se convertirá en la princesa Micomicona:
La voz que oyeron don Quijote, Sancho y Cardenio provenía de una persona que estaba muy cerca de allí, lavándose los pies en un arroyo. Se estaba lamentando de su desgracia, diciendo que obtendría más recompensa del silencio de las montañas que de ningún hombre a quien le pudiera contar las quejas que tenía.

El joven en cuestión iba vestido de labrador y llevaba puesto una montera. Cuando se la quitó dejó esparcir una larga melena rubia. Por la finura de los pies ya habían advertido que se trataba de una mujer. (I, XXVIII)[3] 

Y es que, en aquellas épocas, debido a las normas sociales, la mujer contaba con pocas posibilidades para explorar nuevos tipos de vida y medios para llegar al conocimiento que no fueran más allá del convento o el casamiento. Así, la Catalina o la Monja Alférez, por cuya fama conocemos hasta hoy, no es más que una mujer en busca de aventuras en tierras americanas.



[1] “¿Quién fue la monja alférez” en Muy interesante www.muyinteresante.es. Madrid, 19 de abril del 2010, Historia.
[2] Este es un pequeño estudio sobre el personaje y su doble naturaleza de hombre y mujer en la obra: http://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/06/aih_06_1_173.pdf  

2 comentarios:

  1. Claro que a diferencia de Rosaura, Dorotea y otras tantas, Catalina de Erauso fue de carne y hueso. Notable diferencia. Las dudas hacia su historia, recaen sobre el autor de sus memorias, pero nadie cuestiona su existencia. Si se le buscara comparación se podría mencionar a Juana de Arco, y aún así a ella la movieron las circunstancia no las ganas de conocer mundo.

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  2. Es verdad; me he centrado en ella como una figura literaria solamente. A Juana de Arco, además, se le ha acusado de esquizofrénica, lo cual evidencia esa posible falta de voluntad de acción que algunos ya han señalado.

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