La poesía americana del siglo XIX se caracteriza por
la presencia de una serie de elementos constantes que definen una lírica no
sólo de carácter laudatorio sobre la región, sino una muestra del contexto
tanto natural como social del Nuevo Continente.
Se perciben recursos como la prosopopeya de los elementos
geográficos naturales americanos, lo cual es un medio para exaltar el
patriotismo. Ejemplo de ello es la famosa “Oda al río Paraná”, de Lavardén, donde
además de mostrar una breve descripción del ambiente que lo rodea y presentarlo
como una fuente de riqueza, utiliza referencias mitológicas con las que
relaciona el ámbito hispanoamericano. Esta misma naturaleza será utilizada en
las imágenes que recrean los versos de Martínez de Navarrete para metaforizar
acerca de la llegada de la senectud en su soneto “De la juventud”. Pues el ser
humano, habitante de este nuevo mundo, es débil e imperecedero frente a los monumentos
de la Historia mexicana. En “El teocalli de Cholula” se encuentra la exaltación
de la estructura monumental –utilizando la mencionada personificación de los
objetos–; la comparación con personajes de la mitología griega; la figura del
sueño, el cual es un medio para el retorno al pasado supuestamente guardado en
el olvido, cual raíz del templo, y con ello la exaltación tanto de la región
como del monumento y la cultura mexicana. Andrés Bello, a su vez, muestra en “La
agricultura de la zona tórrida” los distintos productos naturales que rodean,
se producen y se consumen en la región de Anáhuac, como la uva, el maíz, el
agave, entre otros. Además exhorta a la libertad cuando aclama: suelto el cuello de extranjero yugo,/
irguiese al cielo el hombre americano/ […]su libertad. El ejemplo más grande de
prosopopeya en Andrés Bello, se representa en su Oda a la piña, donde se alaba
el nacimiento de este fruto como su fuese el de un dios monarca y además se
adjetiva como alimento de los dioses. Gertrudis Gómez de Avellaneda también exhibe
una enumeración de los distintos frutos y flores que conforman el espacio cubano:
cierzo, melifluos, cedro y caoba, yarey y cocotero, naranja y piña, caña y
hojas, cuyos temas son, así mismo, la patria y el retorno.
En pocas palabras, se distinguen
los siguientes elementos: patriotismo, prosopopeya, raíz cultural, exaltación
de la naturaleza, presencia de las prácticas campesinas, alabanza del espacio
mexicano.
Referente a lo expuesto por mi compañera Lisset, quiero agregar que los elementos mencionados al final quedarían también dentro del folklore; éste pude ser por la forma oral y dinámico de cada uno de los temas vistos en la lectura, ya que todos enaltecen parte de un territorio de diferentes formas de expresión. El folklore es colectivo y se lleva a cabo mediante la socialización, usos, costumbres e ideales.
ResponderEliminarCierto, aunque no estamos ante cantos de taberna. Es poesía culta que normalmente sigue una forma métrica bien definida e inaugurada fuera de América.
EliminarComo un pequeño detalle, la "Oda a la piña" no es de Andrés Bello, es obra de Manuel de Zequeida y Arango.
ResponderEliminarDe la selección de poemas, llamaron mi atención "Ya llegó el dulce momento" de Mariano Melgar y "La vuelta a la patria" de Gertrudis Gómez de Avellaneda.
El primero tiene un sentido revolucionario, convoca al pueblo peruano a tomar las armas y luchar por su independencia del yugo español, el cual es mencionado como un monstruo detestable.
En el segundo, es evidente el amor por la patria que siente la autora y el entusiasmo por regresar a esta; todo esto demostrado con la mención y descripción del entorno natural que le rodea.
Y otro pequeño detalle: es ZequeiRa y no Zequeida, je. Gracias.
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