El
gaucho es un “bebe” que ha aquilatado y aprendido el valor de la virtud guiado tan
sólo por su experiencia cotidiana y no por una intelectual, con esto, José
Hernández no sólo rescata la tradición gauchesca con el poema, sino que también
da cierta preeminencia o muestra cierto respeto a la experiencia que se
construye desde la vida misma, desde la cotidianidad, con lo cual,
paralelamente, nos habla del “ser” de la literatura en general, como un
elemento útil en tanto que clarifica el entendimiento, o como una plataforma de
sentidos que es clarificada por el brillo de la experiencia. ¿Cómo alimentamos
nuestro espíritu?, desde la literatura al “yo”, de lo literario a lo sensible,
o de lo sensible a lo literario?. Con El
gaucho Martín Fierro contemplamos
a la literatura más inclinada a su función de recipiendaria de la tradición y
sensibilidad primera, más que a su función como disparadora de sentidos para
lograr doblegar con mayor efectividad el proceder de la institución, pero
vulnerarlo desde la conciencia del pueblo marginado principalmente.
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