lunes, 18 de noviembre de 2013

El encapuchado: un cuento clásico

En la narración titulada El encapuchado Palma cuenta la historia de un aparecido, juega con la oralidad y con un tema muy común en la tradición novohispana: el miedo. Dicho género hemos visto en autores como Vicente Riva Palacio, Juan de Dios Peza o los mismos Couto y Roa Bárcena, quienes han sabido desarrollarse tanto en oralidad como género particularmente macabro.
            Sin embargo, Palma no parece inspirarse en ellos, más bien se deja llevar por la estructura del cuento clásico, desempeñada por Poe, como él mismo Palma menciona. El cuento, primero que nada, nos hace saber que existe un fantasma de un encapuchado que no tenía sombra. Hay que envolver al lector, antes de ir más allá en el relato, en un ambiente sombrío y macabro, tal como lo hace el autor en el callejón de San Francisco, para luego poder dirigirse sutilmente a un desenlace no esperado. Como siguiente elemento, Palma introduce la historia de Gutierre de Ursán y de su mujer Consuelo, cuando el hombre debe salir de viaje a España, deja encargada a Consuelo con su hermano, Íñigo de Ursán, un don Juan. Al tiempo recibe una carta en la que se le notifica que su allegado lo ha traicionado con la susodicha, y durante una fiesta aparece el espectro encapuchado y los asesina. Esto es, en mi opinión, lo más interesante del relato.
            El desenlace es una liberación de cólera, es la némesis que limpia el honor de Ursán, porque ciertamente, somos engañados, y nos damos cuenta que no existe tal fantasma, pero sí existe un personaje que buscaba venganza al sentirse ofendido. ¿Y qué la Muerte Roja, no engaña a los asistentes de una fiesta de máscaras, organizada por el príncipe Próspero en su castillo, para demostrar que ni si quiera las grandes murallas de la fortaleza la podrían detener? Pero en el caso de Poe, no es un engaño hacia el lector, sino hacia sus propios personajes.
            De este modo, Palma logra una “narración extraordinaria” en todos sus sentidos, porque no es el caso hablar de un espíritu vengativo, sino de un hecho que tiene como pretexto la superstición, y que es realista, pero difícil de creer, para una sociedad en la cual creer en espíritus era parte de la vida cotidiana.

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