Aunque
estamos frente a una escritura “de molde”, ya sea movida por el patetismo, por
un estado genésico, de incertidumbre ante ese nuevo mundo e incluso de un
anhelo avasallador de conquista, o guiada por una mera intención utilitarista,
existe una "infra -escritura" . En las Elegías
del cronista Juan de Castellanos, y como en todo lenguaje, cualquiera que sea
su modalidad, siempre alberga otra cara, por lo general más sincera que la
visible. Siempre se resguarda lo aparente, hay todo un arte de enmascaramiento
–esto lo digo sin pretender valorar esta situación bajo los conceptos de
“bueno” o “malo”, simplemente es una observación en cuanto a un modo de impacto
de la escritura–.Brotherston en apoyo a las ideas de Jaques Derridá frente al
concepto de escritura fonológica tan defendida por Levi Strauss en las
tradiciones literarias americanas, matiza de alguna manera, sutil y paralela,
la sinceridad de la palabra. Bueno, y por qué habría de importar la sinceridad
de la palabra en un mundo en el que el galardón se lo lleva la mejor y más
estética mentira?, bueno, pues dos de tantas razones posibles son, también
apuntadas por Brotherston, porque alimentan el dogma y la represión. Así que
cuando Brotherston matiza el concepto de escritura americano tan lejano del que
ahora poseemos, —puesto que era equivalente, de acuerdo con Derridá, no sólo a
la impresión de la tinta y su sintaxis, sino también a los gestos, la oralidad,
el discurso, etc.— al estipularlo como “la condición de la inautenticidad
social” (Derridá 72.) o no sólo la escritura como tal, sino también como la
conciencia de la escritura misma”, no sólo se retribuye un valor literario a
las antiguas tradiciones frente a las contemporáneas, en la que el
enmascaramiento tanto del autor como de la intención predominan, sino que uno
de sus efectos colaterales, herencia de ese pensamiento dogmático y represivo,
presente sutilmente en la narración de Juan de Castellanos por las razones
antes expuestas —en las que apunta una intención de engrandecer el espíritu
español y por otro lado en lo concerniente a la fuente de la juventud, se
remarca esa confianza en lo sobrenatural, el “creer en el milagro”, lo cual
supone un reforzamiento de los principios dogma y represión, con los cuales iba
aparejado el aseguramiento y perseverancia del pensamiento religioso cristiano— es
la equivocidad del lenguaje como principio de conocimiento y entendimiento, aún
en los eventos comunicativos más superfluos y llanos. Que hoy van desde el albur,
el juego malintencionado, hasta la intención silenciosa, de tan oscura,
indecible, etc.
Bastante denso el comentario. El debate sobre lo que es o lo que no es la escritura se agudiza cuando los teóricos contemplan las prácticas comunicativas en América antes de que ésta se llamara así. A mi modo de ver las cosas, para Levi Strauss solo lo que él lee y escribe es escritura. Para Derridá todo es escritura. Y para Brotherston hay tantas escrituras como objetos comunicativos. Yo creo que todas estas discusiones le hacen un bien a la anquilosada idea de escribir con palabras articuladas.
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