lunes, 19 de agosto de 2013

Colón y lo real maravilloso

Uno de los aspectos más peculiares y reveladores de los viajes de Colón fue su primera impresión hacia las tierras americanas, y el modo mágico en que describió sus alrededores. Se acuña a Carpentier como el originador del término "lo real maravilloso", Borges como un predecesor, y se citan a varios autores latinoamericanos como los originadores del "realismo mágico", ya fuera el término en sí y/o sus características. No obstante, y a mi parecer, serían estos hombres de los siglos pasados--estos de vívida imaginación y espíritu de aventura--unos posibles originadores del género con sus crónicas. Esto debido a que ellos--a nosotros, los humanos, mejor dicho--tenemos una imaginación activa y que se vale del ingenio para vivir y sobrevivir. Este ingenio se vio en la narrativa de Colón y otros exploradores que vinieron al continente, con una narrativa tan supersticiosa que sólo prueba ser este lado creativo con el que la humanidad lidia día a día con una realidad a la que debe confrontarle cara a cara.

El mejor ejemplo de esta concepción mágica hacia el mundo se encuentra con la descripción de los gigantes de Sudamérica. Si fueron gigantes como los dibujos de los viajes en varias ediciones de estas crónicas, o gente que sucedió ser más alta que los exploradores, no se podrá saber a ciencia cierta. Empero, el modo en el que Colón lo describe y en el que presenta a América, da el indicio de que es un lugar peculiar y mágico, hogar de mucha magia como aquella de sus viejas historias supersticiosas, y todo por una mezcla de estilos: la de la crónica, la de descripción y la del folclor de sus respectivos pueblos.
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Es sabido que gran parte de las crónicas de las Américas realizadas por los europeos fueron resultado de la exageración (un ejemplo sería la historia de la doncella que se pone artículos entre sus piernas, donde no se sabe si en verdad sucedió o fue una distorsión de los exploradores hacia un evento totalmente distinto) y de los miedos mismos de los exploradores, pero estos a su vez nacen de las historias en sus tierras, de sus mitologías no tan deshechadas (pues, a pesar de haber adoptado en su mayoría alguna religión cristiana, un par de viejas supersticiones sobrevivieron) y del intento apresurado de darle nombre a lo que ven para rápidamente darle un "sello oficial" de existencia, y así inmortalizarlo en la Historia. Sin embargo, esto se produce por el modo creativo en el que la humanidad examina al mundo y le da los colores de misterio que lo hacen tan atrayente de explorar y que causa el nacimiento de marineros como Colón. Esto, aunado a la narración, crean lo que podría calificarse como un prototipo del realismo mágico y sus raíces, al menos uno no intencionado en sí.

Colón tuvo un estilo literario esperado de un navegante que no esperaba que iba a ser leído tiempo después. Sin embargo, de haber sido escritor, su estilo podría haber sido uno confundible con los cuentos latinoamericanos donde abunda este género. Este punto de vista nació cuando me imaginé, precisamente, a Colón como más un escritor que como navegante. Y esto, a su vez, llevó a la reflexión de si probablemente algunos autores, como García Márquez, pudieron haberse basado en este tipo de literatura, que es producto de exageraciones, pero que sólo confirmó esto: el modo de contar una historia puede dar un fuerte impacto a la consciencia humana. No tanto como el contenido mismo--los temas y sentimientos plasmados--, pero el contenido necesita de la forma, y ésta a aquella, y el realismo mágico vela por la idea de que más importa el modo mágico en que se cuenta una historia para transmitir de manera simbólica y creativa algún mensaje del autor. Y es que lo más peculiar de esto yace en la idea de que, en realidad, no fue una novedad: ya hacía tiempo se contaban historias de esta manera mágica, porque así se percibía al mundo y así se daban juicios de valor hacia diversos conceptos (por ejemplo, el que sólo las muchachas vírgenes podían atraer a unicornios, reflejando así una valorización hacia la castidad femenina). Y con estas historias, Colón pudo informarnos el modo en que se veía el mundo y en el que se lidiaba a lo desconocido.

1 comentario:

  1. Es muy difícil determinar el grado de manipulación, a manos de Colón, en la descripción de una realidad nueva que no coincidía con la que él tanto deseaba encontrar; es decir, la asiática. Y no es que nuestro Almirante haya conocido Asia; lo que sabía de esas tierras estaba en los libros. Y tampoco es que Colón pasara horas en bibliotecas, habiendo tantas tabernas en el Mediterráneo. Así que fueron las leyendas y relatos de los marineros, aceptados como verdaderas, los que nutrieron la maravillia de Colón. En este contexto es totalmente natural el proceso sistemático de sustitución de todo lo real americano por lo imaginario de sus ansias.
    La novela de Carpentier que recrea los viajes de Colón e incluso lo resucita, se llama El arpa y la Sombra. En El otoño del patriarca, de García Márquez, salvando todo anacronismo llegan a la costa de la isla las carabelas de Colón.

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