En el relato de La
monja Alferez se cuenta la historia de Catalina de Erauso, una adolescente
que a los quince años se escapa del convento donde reside desde los cuatro años
de edad. Del convento de San Sebastián se traslada hacia las Américas; ahí
recorre varios lugares navegando, a caballo y caminando para encontrarse, a lo
largo de la narración, siempre en movimiento y en busca de aventuras: matando,
robando, peleando, huyendo y trabajando con distintos personajes que salen a su
encuentro. Todo ello lo hace gracias a su cambio de identidad. Cuando Catalina
huye del claustro se compone ropa de hombre y se corta el cabello: a partir de
ahí se llama Francisco de Loyola. Otros nombres con los que se le identifican
son Pedro de Orive, Alonso Díaz Ramírez de Guzmán y Antonio de Erauso.[1]
El hecho de que una mujer se vista de hombre o cambie su identidad no es una temática extraña en los textos del
siglo XVI y XVII. Un ejemplo es el personaje de Rosaura en La vida es sueño, de Calderón de la Barca, quien se disfraza para
conseguir venganza.[2]
Otro ejemplo de travestismo en la literatura es el caso de Dorotea en Don Quijote de la Mancha, a quien el
hidalgo y su escudero encuentran cerca del río pensando que es un bello mozo y
que más adelante se convertirá en la princesa Micomicona:
La voz que oyeron don
Quijote, Sancho y Cardenio provenía de una persona que estaba muy cerca de
allí, lavándose los pies en un arroyo. Se estaba lamentando de su desgracia,
diciendo que obtendría más recompensa del silencio de las montañas que de
ningún hombre a quien le pudiera contar las quejas que tenía.
El joven en cuestión iba
vestido de labrador y llevaba puesto una montera. Cuando se la quitó dejó
esparcir una larga melena rubia. Por la finura de los pies ya habían advertido
que se trataba de una mujer. (I, XXVIII)[3]
Y es que, en aquellas épocas, debido a las normas
sociales, la mujer contaba con pocas posibilidades para explorar nuevos tipos
de vida y medios para llegar al conocimiento que no fueran más allá del
convento o el casamiento. Así, la Catalina o la Monja Alférez, por cuya fama
conocemos hasta hoy, no es más que una mujer en busca de aventuras en tierras
americanas.
[1] “¿Quién fue la monja alférez”
en Muy interesante www.muyinteresante.es. Madrid, 19 de
abril del 2010, Historia.
[2] Este es un pequeño estudio
sobre el personaje y su doble naturaleza de hombre y mujer en la obra: http://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/06/aih_06_1_173.pdf
Claro que a diferencia de Rosaura, Dorotea y otras tantas, Catalina de Erauso fue de carne y hueso. Notable diferencia. Las dudas hacia su historia, recaen sobre el autor de sus memorias, pero nadie cuestiona su existencia. Si se le buscara comparación se podría mencionar a Juana de Arco, y aún así a ella la movieron las circunstancia no las ganas de conocer mundo.
ResponderEliminarEs verdad; me he centrado en ella como una figura literaria solamente. A Juana de Arco, además, se le ha acusado de esquizofrénica, lo cual evidencia esa posible falta de voluntad de acción que algunos ya han señalado.
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