En la narración titulada El encapuchado Palma cuenta la historia
de un aparecido, juega con la oralidad y con un tema muy común en la tradición
novohispana: el miedo. Dicho género hemos visto en autores como Vicente Riva
Palacio, Juan de Dios Peza o los mismos Couto y Roa Bárcena, quienes han sabido
desarrollarse tanto en oralidad como género particularmente macabro.
Sin
embargo, Palma no parece inspirarse en ellos, más bien se deja llevar por la estructura
del cuento clásico, desempeñada por Poe, como él mismo Palma menciona. El
cuento, primero que nada, nos hace saber que existe un fantasma de un encapuchado
que no tenía sombra. Hay que envolver al lector, antes de ir más allá en el
relato, en un ambiente sombrío y macabro, tal como lo hace el autor en el
callejón de San Francisco, para luego poder dirigirse sutilmente a un desenlace
no esperado. Como siguiente elemento, Palma introduce la historia de Gutierre
de Ursán y de su mujer Consuelo, cuando el hombre debe salir de viaje a España,
deja encargada a Consuelo con su hermano, Íñigo de Ursán, un don Juan. Al
tiempo recibe una carta en la que se le notifica que su allegado lo ha
traicionado con la susodicha, y durante una fiesta aparece el espectro
encapuchado y los asesina. Esto es, en mi opinión, lo más interesante del
relato.
El
desenlace es una liberación de cólera, es la némesis que limpia el honor de
Ursán, porque ciertamente, somos engañados, y nos damos cuenta que no existe
tal fantasma, pero sí existe un personaje que buscaba venganza al sentirse
ofendido. ¿Y qué la Muerte Roja, no engaña a los asistentes de una fiesta de
máscaras, organizada por el príncipe Próspero en su castillo, para demostrar
que ni si quiera las grandes murallas de la fortaleza la podrían detener? Pero
en el caso de Poe, no es un engaño hacia el lector, sino hacia sus propios
personajes.
De
este modo, Palma logra una “narración extraordinaria” en todos sus sentidos,
porque no es el caso hablar de un espíritu vengativo, sino de un hecho que
tiene como pretexto la superstición, y que es realista, pero difícil de creer,
para una sociedad en la cual creer en espíritus era parte de la vida cotidiana.
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