Existió en Nueva Segovia alguna vez un esclavo negro llamado Miguel, que se escapó de su dueño y fundó un pueblecillo donde convivió junto a otros esclavos e indios, en donde se hizo a sí mismo el líder indiscutido y donde hasta se dio de paso algunos aires de importancia comparables con los de Calígula. Después de un tiempo, sintió que su vida no era suficiente y decidió lanzarse a destruir la ciudad de Nueva Segovia como venganza, aunque terminando de una manera trágica y hasta con su reina Guiomar regresando a la esclavitud junto a su hijo, en lo que prometía ser una historia épica, pero que terminó siendo una farsa agridulce.
No son raras las historias de estas rebeliones de esclavos. Al contrario, abundan entre las leyendas, los mitos y el colectivo popular, e inclusive han sido llevadas a la pantalla grande las historias de muchos esclavos rebeldes históricos, como Espartaco de Stanley Kubrick, y también ficticios, como Django sin cadenas de Quentin Tarantino. En fin, son historias que suelen ser inspiradoras, apasionantes y que también abarcan la literatura en general principalmente como novelas de aventuras, históricas, etcétera.
Sin embargo, he notado que este es un caso un tanto diferente con ciertos esclavos, sobre todo los negros, en Latinoamérica: no son enormemente conocidas (pero que, pese a esto, sí han de existir en algún lado) las historias, o autores, que hayan tratado de estas rebeliones en ficciones o novelizaciones. Muchas de estas historias se desperdician, se pasan desaperdibidas o sencillamente no son dotadas de mayor importancia histórica o social por cualesquier razón, que puede ir desde simple gusto, por relevancia nacional, o hasta, en el peor de los casos, por racismo y no considerar a ciertos personajes superiores que otros. Estas historias de los negros, como las de Miguel el esclavo, son más vistas en libros de texto de historia o en las crónicas pasadas que en el mundo de las ficciones; pocas veces son trasladadas a las películas, novelas, siquiera pequeñas novelas cortas, donde se da mayor importancia a lo criollo, lo indígena y lo español, y no tanto a lo asiático, a lo negro y a otras razas que también influyeron enormemente en la cultura novohispana. Inclusive una peculiar historia mexicana de un esclavo negro propio llamado Gaspar Yanga no es ampliamente estudiada o comunicada en las escuelas o en los medios mismos a pesar de ser una de las pocas historias en el país donde el líder rebelde sí logra, en cierta manera, vencer a sus perseguidores españoles y llegar a un acuerdo de paz con ellos, así creando el primer poblado de esclavos libres en toda América: San Lorenzo de los Negros, que más tarde se llamaría Yanga en honor a este personaje. Se da más importancia a los históricos que a los de la periferia de la historia--es decir, que aunque no cambiaron una página de la historia, no estaría mal revisarlos por la herencia o hasta por lo que hicieron, y es que este personaje de Yanga (que se me vino a la mente una vez leído sobre Miguel el esclavo), que fuera príncipe de sus tierras, logró liberar a muchos negros, y hasta de manera pacífica tras tantas riñas con los españoles, pudiéndose así considerar esta una historia que casi simboliza la humanidad y fortaleza de los que fueron tratados como objetos. Y es que, por medio de las artes, una esencia de estos espíritus rebeldes, oprimidos y que buscan los mismos derechos podrían hacerse saber y dar una nueva importancia a esta herencia latinoamericana, que es la de los esclavos negros.
Hay varias obras novohispanas, como el entremés de Los compadres, donde se ponen personajes negros, pero es más para diversión como para, obviamente, resaltar a esta raza tan prominente en el continente. Y, a mi parecer, es necesario que la gente se aproxime a esta herencia y se ponga a la par de la indígena, ya que, y es según lo que he notado, se da mayor importancia a la herencia indígena sobre las otras; no acaban las obras dedicadas a ellos y sus luchas (como Canek, La Araucana y las muchas representaciones de Lautaro), pero rara vez están las de otras razas que también convivieron en el continente y que tienen sus propias historias, como las de Miguel y Gaspar. Y, después de todo, ambas razas convivieron en la Nueva España--los negros e indios convivieron en los respectivos pueblos de estos dos personajes--, y juntos buscaron sobrevivir a la llegada de los españoles que les causarían muchas fatigas, así que se influenciaron mutuamente.
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